Bibliografía sobre el autor de María Isabel Cintas Guillén
A mi trabajo acudo
Investigar en Sevilla es llorar
Pocas veces he salido a la tribuna pública para aclarar o desmentir opiniones con las que no estaba de acuerdo en lo relativo a la interpretación de la obra del periodista Manuel Chaves Nogales. Me he limitado a investigar y ofrecer el resultado de mis investigaciones. No he participado en blocs ni redes (sólo desde septiembre de 2013 cuelgo noticias en facebook), aunque no pocas veces se han vertido opiniones interesadas sobre la suerte que ha corrido el periodista, ayer desconocido y hoy aclamado como uno de los mejores en la profesión. Tengo que decir de entrada que la acogida al periodista ha sido excepcional.
Pero Chaves Nogales y su obra no han surgido de la nada. Han sido muchas horas de trabajo las que he empleado en una búsqueda solitaria, difícil y desprovista de apoyos oficiales y, aunque ha sido ardua, he disfrutado con esta investigación que me ha reportado enormes satisfacciones. Me ha permitido recopilar en cinco tomos la obra completa del periodista editada por la Diputación de Sevilla, unas cinco mil páginas de textos ocultos y desconocidos en su mayor parte.
Si me voy al principio, a 1989, cuando comencé la investigación de la vida y obra de Chaves Nogales, casi enseguida contacté con Abelardo Linares. Fue receptivo y generoso conmigo, entusiasta de mi trabajo… Cuando en 1993 publiqué la Obra Narrativa Completa, gran parte de los textos me los había proporcionado él. Así lo manifesté por escrito y de palabra. Se lo agradecí profundamente y le hice depositario de mi confianza. Tras la Obra periodística más La agonía de Francia editada en 2001 y cuyos textos fueron recuperados por mí uno a uno, con escasa ayuda, pensamos reeditar lo más importante en tomos singulares. Yo siempre insistía en que esas ediciones debían llevar las ilustraciones que acompañaban los textos en las ediciones originales de periódico (todo lo de Chaves salió en prensa y casi todo con ilustraciones o fotografías, ya lo he explicado en distintas situaciones). Soló Linares me acompañó en esta aventura de publicar libros ilustrados, aunque también lo solicité a otros editores, como ellos saben. Así, y con la ayuda de la Diputación al librero, se editaron de nuevo, ahora en libros independientes e ilustrados bajo el sello de Renacimiento y en ediciones a mi cargo, los siguientes: (Prólogo y edición de) Juan Belmonte, matador de toros, 2009; (Edición e introducción de) Lo que ha quedado del imperio de los zares, 2011; (Edición e introducción de) Crónicas de la Guerra Civil, 2011; (Edición e introducción de) La defensa de Madrid, 2011; (Edición e introducción de) A sangre y fuego, 2013. El sexto libro del proyecto de publicación era La bolchevique enamorada y otros relatos, título que eligió Linares, que prefirió que apareciera esta novelita que ya se había publicado en la Obra Narrativa. Igualmente aparecerían las Narraciones maravillosas que también se habían incluido en esa primera edición. Aporté nuevos cuentos inéditos y trabajé en el libro durante todo el año 2012, como prueban mis muchas visitas a la editorial y los mails intercambiados. Proporcioné los textos fotocopiados a la casa editora. Nunca hicimos contrato de ninguna de las ediciones. El editor no se mostraba dispuesto y yo confiaba en él plenamente.
Los libros, todos, se han vendido muy bien, han tenido un gran éxito y las ediciones se han sucedido. El éxito ha sido para el editor y los herederos. El investigador, la investigadora en este caso, sólo está (sólo estuvo) para trabajar. Nunca supe cuántas ediciones se hicieron de ellos, a qué ferias se presentaron… Pero sobre todo fui siendo relegada y escamoteada en las nuevas ediciones, hasta llegar a hoy. Incluso en ediciones que se han hecho en otros idiomas últimamente (francés, italiano, holandés) no se ha hecho la más mínima alusión a mi trabajo al ceder los derechos. Y todas ellas tenían peculiaridades que hubieran requerido esa información.
Por ello esta vez la gota que colma el vaso me hace salir del mutismo y partir una lanza a favor de la investigación. Ahora que se acabó la Feria del Libro de Sevilla 2015 me veo en la necesidad de denunciar un juego poco leal de la editorial Renacimiento que dirige Abelardo Linares. En esta feria se ha presentado la nueva edición de cuentos de Chaves Nogales, a saber, La bolchevique enamorada y otros relatos. El hecho de no haber firmado contrato para ningún libro supongo que es lo que permite a Renacimiento sacar esta edición de Chaves, que yo preparé como las otras, sin citar mi trabajo filológico: localicé textos, limpié, procesé, incluso entregué "Nota a la edición", amplia e ilustrativa de la misma y en la que hacía un extenso comentario al título del primer relato en cuanto tenía el mismo título de la novela de Alejandra Kollontai (y que se puede leer en el artículo que publiqué en Quimera ("Los cuentos de Chaves Nogales", noviembre, 2013). Ahora aparece la edición en la Feria del Libro de Sevilla, 2015, edición que es la que se había preparado y maquetado en 2012, sólo que sin mi "Nota a la edición", sin mi nombre y con algunos cuentos, menos de los por mí aportados. El periodista escribió bastantes más. Ante mi pregunta a Linares por esta situación, me contesta que él tiene las revistas donde los relatos aparecen y que por ello puede hacer lo que quiera. Considero que "tener" materialmente las revistas, una vez que se le ha dicho dónde están los relatos, incluso se le han proporcionado fotocopias de los mismos obtenidas en hemerotecas, no es tarea difícil, sobre todo para un librero como él. El trabajo de la investigadora ha consistido en pasar muchas páginas de muchos, muchos periódicos, a veces sin éxito, a veces con él, hasta encontrar los textos. Conocida la fecha de publicación y el lugar, es fácil localizar los ejemplares. Y en modo alguno es limpio hacer valer como propia la información que le ha sido proporcionada.
En ese momento de preparación de esta edición, en concreto en octubre de 2012, volví a solicitar a Renacimiento la firma de un contrato para evitar situaciones desagradables que ya se habían presentado y que sería un poco aburrido repetir aquí, pero que pueden ser ampliadas en otro momento y lugar. Se me volvió a denegar, alegando que los libros no dejan dinero. Yo pedía, más que dinero, seguridad para mi trabajo y confidencialidad para los textos que aportaba, productos de mi investigación. Ya digo, se me negó.
Pero el de este libro no es un caso aislado, puesto que ya antes de 2015 había comenzado el trato inadecuado a mi trabajo.
Vayamos hacia atrás en el tiempo. Quiero referirme en segundo lugar a la edición de A sangre y fuego que Renacimiento presentó en la Feria del Libro de 2013 como obra que, según se podría desprender de la cubierta y contracubierta del libro de forma sutil, puede parecer realizada por Trapiello, cuando en realidad soy yo la autora de la edición, como se explica en el interior. Yo aporté los textos, preparé la edición aumentada, como mucho antes había preparado la primera, ahora con los dos nuevos relatos que había encontrado en una revista mexicana, como se explica en la "Nota a la edición". Relatos intensos y bellos, dicho sea de paso, broche de oro a una obra excepcional para el entendimiento de la Guerra Civil. Manifesté en su momento a Linares mi disconformidad con el hecho de la no referencia a mi trabajo, referencia que debía aparecer en la portada y no aparecía. El desencuentro se acentuó.
La historia arranca de atrás, muy atrás, más de veinte años atrás. La contaré una vez y nunca más, y porque la cuenta el señor Trapiello aludiendo una vez más a sus méritos en la contracubierta y el prólogo de esta edición. La historia a la que quiero referirme se remonta al otoño de 1993. Como cuenta el mismo Trapiello en el prólogo de la citada edición ilustrada, él viene a Sevilla a buscar material para su obra sobre la Guerra Civil. Y me consta que Abelardo Linares lo llevó a la Diputación, donde se acababa de publicar la Obra Narrativa Completa, proporcionándole ejemplares de la misma. Allí aparecía publicada A sangre y fuego. Trapiello lee el libro y advierte el valor del periodista. Y llega a la conclusión y así lo manifiesta, de que los libros publicados por instituciones no tienen divulgación. Mi maldad natural me lleva a pensar -apoyada en comportamientos posteriores del escritor visitante y de su acompañante- que lamenta no haber sido él el descubridor. Tras leer mi introducción de casi cien páginas y la obra de la que hablamos, Trapiello decide incluir a Chaves en la relación de su libro Las armas y las letras, que se publicó en 1994, no se olvide, un año después. Tan interesante considera la edición de Sevilla que incluso le hace en Babelia una reseña a página completa. Pero en ella ni siquiera se molesta en citar a la recopiladora.
Paso por alto la molesta polémica que sostuvimos Trapiello y yo en El País cuando hice una puntualización sobre un artículo suyo titulado "Lo peor", permitiéndome aportar algún dato omitido, como informadora que había sido para las páginas que dedicó Babelia al periodista en 2010, y como editora, ya, de unas cuatro mil páginas de obra de Chaves, más unas doscientas de estudio del periodista que acompañaban mis ediciones de Obra Completa en cuatro tomos entonces, e infinidad de artículos y alguna que otra monografía. Trapiello nunca me lo perdonó. Su respuesta, desabrida, me hizo abandonar el encuentro (es decir, el desencuentro) por trasnochado e insustancial.
El sambenito de que soy "poco mediática", desconocida, que se alega para atribuirle los méritos a otro con más "tirón", me ha acompañado hasta hoy. Cuando ya Chaves es bien conocido, resulta que mi nombre no debe aparecer en la portada de los libros (como encargada de ediciones, por supuesto), por esa suprema razón, la misma por la que sí debe aparecer el de Trapiello. Atribuirle en cubierta, de forma solapada, la localización, la limpieza y corrección de los textos, las ilustraciones, los trabajos que conlleva una edición, como puede comprobarse atendiendo a la cubierta y contracubierta del libro, no me parece sensato. Ni atiende a la verdad. Por otra parte, sí es cierto que las opiniones vertidas por Trapiello a favor de Chaves Nogales en distintos ámbitos han contribuido a divulgarlo y prestigiarlo. Al periodista.
Pero de nuevo tengo que referirme al comportamiento taimado por parte de los editores (algunos, claro) respecto al trabajo de los editores literarios, denominación con la que aludo a aquellos expertos de la materia o autor que se edita, que localizan y preparan los textos, cotejan ediciones, los limpian y los procesan, incluso con imágenes para hacer más completa la edición. Tengo que referirme en concreto a la edición que he visto en librerías de Juan Belmonte, matador de toros, de Renacimiento, 2013. Ésta, que se supone reedición de la de 2011 por mí realizada, ha tenido similar tratamiento que la de A sangre y fuego en que mi nombre y la referencia a mi trabajo han desaparecido de ella. Mi "Nota a la edición" ha sido sustituida por un prólogo (buen prólogo, como siempre) de Alberto González Troyano; a pesar del éxito del libro y de que las ediciones se han sucedido, el editor, Abelardo Linares, me ha eliminado sin tener siquiera la delicadeza de advertírmelo, conservando sin embargo los elementos de la edición.
Así llegamos a la inminente (así me lo ha dicho Linares) reedición de La defensa de Madrid. Siguiendo con la historia, por su disponibilidad acudí al librero en 2010 cuando encontré en un periódico inglés el texto de este libro. Todo está explicado en la "Nota a la edición". Fue un trabajo complicado y difícil lograr el texto castellano y las ilustraciones que acompañan la edición. Pero fue gozoso. Era un libro que nadie conocía, como por otra parte se desconocía hasta 1993 la obra de Chaves, excepto Juan Belmonte, La ciudad y El Maestro Juan Martínez que estaba allí, ya lo he explicado en múltiples ocasiones.
Se me dice ahora que vuelvo a desaparecer de la edición de 2015 de La defensa de Madrid. Hay en ella, me explica Linares, el añadido de un texto en castellano de Chaves, el único texto que formaba parte del capítulo X y que yo había aportado traducido de la versión inglesa y del que había dado los datos, como se explica en la "Nota". Y se acompaña además, creo, de un artículo inédito. No lo conozco, pero este artículo sería el único texto del periodista en cuya localización no he intervenido. Me alegra su aparición. Me satisface que alguien busque y encuentre cosas nuevas de Chaves. Todo el que me ha escuchado o leído sabe que animo a continuar profundizando en el periodista, como profesora que soy; que doy las claves de nuevas búsquedas y que estoy dispuesta a ayudar en lo preciso. Que lo hago tantas veces como se me pide. Y que nunca voy a a comerciar con ello. Mi sueldo de profesora ha sido y es suficiente para mí, me siento pagada con él. Pero sí exijo respeto para mi trabajo. De no haber actuado así, es decir, de no haber trabajado con generosidad, sin exigir nada a cambio y tan sólo confiando en la "bondad del producto" y en la palabra de las personas, hoy Chaves Nogales sería un perfecto desconocido y el trabajo del periodista sería ignorado hasta por su propia familia. Y ha costado mucho esfuerzo colocarlo donde está. No ha llegado solo. La que ha ido sola, sin apoyos oficiales, ha sido la investigadora que hasta aquí lo trajo. En varias ocasiones Antonio Muñoz Molina exaltó mi labor. Cuánto le agradezco sus palabras de apoyo. Es para mí fundamental la opinión del escritor que puede leerse en las entrevistas de "El hombre que estaba allí", de las que entresaco ésta:
"Entonces, esta persona, esta profesora, Cintas, merece un elogio completamente indestructible. Eso no está sometido a discusión: ella, su trabajo, ha contribuido a ensanchar la literatura española y la conciencia política democrática española".
Pero no soy la única en sufrir estas omisiones. Ampliando el campo, me consta el displicente trato recibido por otros investigadores honrados y pertinaces. Y es que, cambiando un poco lo que decía Larra, investigar en España es llorar. El que investiga siente desamparo, soledad, ingratitud. La mayoría de las veces ni siquiera es dueño/a de su trabajo. Y si se trata de investigación filológica… ya ni de lejos se advierte el respeto. Quién sabe qué es un filólogo y a qué se dedica.
A ver si algún día la SGAE se aplica a legislar para que se respete el trabajo de los filólogos investigadores y para que la propiedad de nuestras investigaciones, nuestro único patrimonio, tenga la consideración que se merece.
A pesar de todo, y como ya intuí desde el principio, rescatar a Chaves Nogales ha sido un placer.
María Isabel Cintas Guillén
Tomares, mayo de 2015.