Los cuentos de Chaves Nogales

María Isabel Cintas Guillén
Quimera, noviembre de 2013.

Los cuentos han sido una constante, pero intermitente, en la obra de Chaves Nogales. Aunque diferentes en su temática y tratamiento, tienen en común en primer lugar el hecho de que siempre fueron escritos para ser publicados en prensa, al tiempo que vienen a ser como un ejercicio de calentamiento en la tarea de escribir, o como una pausa relajada, reflexiva y festiva en el quehacer diario del informador.

El volumen de los cuentos es escaso si se compara con la producción periodística; pero es un trabajo cuidado y atento, donde el periodista entrena su pulso como relator de episodios que, sacados casi siempre de la realidad, escuchados en su anécdota a algún familiar cercano, vienen a ser un extracto del conocimiento de la vida, un a modo de juego expositivo de lo que se ha visto y se puede hacer universal, con lo que pudiera afectar al género húmano, si el concepto fuese tomado en su afección más cotidiana. Digamos que el cuento viene a ser una pausa reflexiva en el juego de la vida, que nos va a permitir medirnos y entendernos a nosotros mismos.

Los primeros conocidos titulados "Los caminos del mundo" y "La gran burla" se integraron en las Narraciones maravillosas. Este libro apareció en 1924 editado por Caro Raggio. Como tal libro fue publicado por primera vez en lo que podemos llamar la reaparición de Chaves tras los largos años de silencio y olvido en la edición de la Diputación de Sevilla de la Obra narrativa completa. Poco después (1994) lo reeditó Clan.

Las Narraciones son "esquicios novelísticos" en los que el autor se entrena en el relato de la realidad convertida en un mosaico donde caben todos los perfiles de lo humano y donde el héroe se fragmenta en cien pequeñas heroicidades en una forma de narrar que engarza con los maestros realistas pero que, sin dejar nunca de lado ese realismo que preside los movimientos de todo periodista, hace intervenir algún elemento sobrenatural "infiltrándolo por los intersticios, resquebrajaduras e incongruencias de esta vidilla nuestar tan vanamente afanosa de lógica", como nos advierte el autor en el aclarador prospecto que prologa la edición.

En 1926, con Chaves ya ejerciendo de redactor jefe en Heraldo de Madrid, el periodista vuelve a prestar atención al relato breve. Sometido a la tiranía de la censura impuesta por Primo de Rivera a los periódios, podemos intuir una intención de dinamizar la atonía informativa a la que los acontecimientos políticos sometían a la información. Quizá para romper ese tedio, o para aumentar las ventas del periódico, que atravesaban un bache considerable, apareció en el periódico el anuncio de una nueva sección, "La novela sin final", que tenía la siguiente estructura: un autor consagrado escribía una narración breve que quedaba interrumpida en su momento culminante. Los lectores podían enviar sus terminaciones, que eran publicadas, y de ellas se seleccionaba una que quedaría como terminación definitiva y compartiría los derechos de autor. La primera novela sin final que apareció era de Chaves Nogales. Se titulaba "El gobernador y sus siete mujeres" y se fragmentó en dos entregas. El concurso se mantuvo durante meses con otras narraciones semejantes de Juan G. Olmedilla, Vicente Sánchez Ocaña y del propio Chaves, que repite la fórmula con otros relatos. Son pues éstas novelas sin terminar, cortadas intencionadamente en el momento culminante del relato, con el fin de implicar al lector y arrastrarlo a un cierre definitivo y, a ser posible, sorprendente y atrapador. El ensayo tuvo éxito y, si recurrimos a las colecciones del periódico, podemos comprobar que durante días y días lectores interesados y escritores en ciernes intentan completar los relatos en todo un muestrario de posibilidades, lo que debió suponer un cierto revulsivo en la cotidianidad de la publicación. Chaves se extiende en plantear el relato y dejarlo en el punto culminante del nudo, incitando con ello a los lectores a precipitarse en un desenlace atractivo. Para nosotros el desenlace es lo de menos. En nuestro concepto actual del relato éste está ya completo en sí mismo con las entregas del autor y podemos considerarlo clausurado; en verdad, el ritmo de la composición es tan intenso que ese final interrumpido no es sino un cierre posible a un relato que ya lo tiene todo ganado.

Siguiendo el orden cronológico hemos de advertir un paréntesis de dos años durante los que el periodista pareció estar entregado de lleno a la actividad informativa, sin tiempo para estos escarceos narrativos; hasta que por fin aparece en la revista Estampa un nuevo cuento, el titulado "Juan Ramón y el otro", al que sucede "El marido de la fea".

Con la aparición en 1928 de la novela breve La bolchevique enamorada se produce un giro en el género, ya que se amplía el territorio y la problemática hasta engarzar con aconteceres más internacionales; la revolución rusa ha extendido por Europa sus principios y los temas femeninos o feministas han comenzado a impregnar la narrativa española.

Poco antes de la salida del relato en la primavera de 1928 había visitado nuestro país la primera mujer que llegó a ser ministra en el régimen soviético, Alejandra Mikailowna Kolontai, tras sufrir los rigores de la cárcel y el exilio y emerger en el bolchevismo triunfante, y tras dejar en la cuneta de la revolución a otras heroicas mujeres (Sasulich, Sofía Peroshaja, Angélica Balabanoff, Irene Kachovshaya, Dora Kaplan, Eugenia Sumenson, María Spiridowna y Susana Iswolsky, reflejos del espejo de la Krupskaya, apóstol(a)s todas ellas del bolchevismo, del que enseguida abjuraron). Sólo Kolontai se mantuvo "desde primera hora ortodoxamente leninista, sin veleidades democráticas", como la definió Isaac Abeytua en un artículo aparecido en Heraldo de Madrid con ocasión de su visita a España. Esta mujer, abocada por su familia y su belleza a formar parte del serrallo de Rasputín, elegía el camino de la oposición y preparaba levantamientos y rebeliones frente a los poderes constituidos, sin descomponer la magnífica presencia física que potenciaban su belleza y los trajes fabricados en Paris. Fue embajadora de Rusia en Estocolmo, Oslo y México, así como en la Sociedad de Naciones. Vino a España enarbolando un discurso feminista y pacifista que se convirtió en un ideario: "A trabajo igual, retribución igual y derechos iguales a los hombres. Hay que proteger a la mujer, no para hacerle sentir su debilidad, sino para fortalecerla y hacerla útil para la sociedad. Que sea ciudadana, no ídolo ni juguete. Que se capacite para serlo todo: profesora, policía, comandante de navío, capitana de Estado Mayor…". En París culminó su labor revolucionaria mientras como embajadora de su país levantaba a las cocineras contra los gendarmes y encargaba sus trajes en la rue de la Paix. Su papel como defensora de los derechos femeninos al voto, a la igualdad de salario, a la jornada laboral razonable, así como al divorcio, al aborto y la plena gestión de la propia sexualidad, la sitúan en un puesto avanzado en la historia del feminismo, a pesar de los desajustes que se producen en estos primeros momentos de la lucha por la emancipación de la mujer. En temas como el maltrato y la trata con fines sexuales unió su camino al de otras luchadoras que también visitaron España en la década de los veinte, como la argentina/uruguaya Paulina Luisi, abanderada del pensamiento feminista de Josefina Butler, que engarzaba con la línea de apoyo de personalidades del siglo anterior como Victor Hugo, Mazzini o León XXIII, así como con los personajes de la Primera República española, Pi y Margall, Concepción Arenal, Castelar y Salmerón.

Autora Kolontai de un libro que conoció un relativo éxito en occidente, La bolchevique enamorada, tomó Chaves el sugerente título para la confección de la novela breve, en la que, con dosis de ironía que parecen pasar desapercibidas a sus editores, defiende la idea de que el amor es un prejuicio burgués, tras aclarar que pretende hacer un estudio de El amor en la Rusia roja, como dice su subtítulo, en el intento de explicitar las transformaciones que en el amor y en las relaciones sexuales puede llegar a causar el comunismo. La protagonista femenina, la camarada Rojklin, miembro influyente del partido, habrá de "reciclar" sus celos ante los camaradas del partido, "duros, implacables, iluminados, nazarenoides", adjetivos que sirven a Chaves para definir también a Lenin, Stalin, Goebbels o cualquiera que se caracterice por la dureza y rigidez de pensamiento. Chaves se mueve siempre en el tema de las mujeres entre un incipiente feminismo todavía no marcado en exceso y un reconocimiento de las virtudes burguesas que proporcionan a la mujer confort, en un ambiente en que pueda mantener el repeto y ciertos atisbos de igualdad. En su viaje a Rusia se mostró sorprendido ante la posible masculinización de las mujeres rusas, sometidas a parámetros estrictos en exceso, siempre según su apreciación. No deja de ser un "pequeño burgués", liberal, sí, pero cogido in fraganti en medio de los cambios sociales que le sobrepasaban.

Por fin el periódico Ahora publicó el último cuento que conocemos, "El hombre equívoco".

Algunos de los cuentos aparecieron con ilustraciones de gráficos destacados de su momento. Ya hemos hablado en diversas circunstancias de la importancia y el papel preferente que Chaves daba a los ilustradores, profesionales que la historia de la comunicación ha mantenido relegados al lugar del olvido, pero que en la actualidad están siendo reivindicados y reconocidos en una actividad tan interesante. Rivero Gil, Bagaría, Martínez de León, Bartolozzi, están siendo cada día más valorados. Todos ellos tuvieron un final desgraciado (muerte, exilio) para sus vidas y un olvido de décadas para su trabajo.

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María Isabel Cintas Guillén es catedrática de Literatura y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Ha dedicado muchos años de su labor investigadora a recuperar y procesar la obra del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales (Obra narrativa completa (1993 y 2009) y Obra periodística (2001 y 2013). Es biógrafa del mismo con Chaves Nogales. El oficio de contar, Premio Domínguez Ortiz, 2011. Otra línea de investigación se ocupa de los teósofos sevillanos de principios siglo XX.