Un periodista para la Segunda República.

María Isabel Cintas Guillén
"Andalucía en la Historia", nº 16, 2007.

Se autodefinió como "pequeño burgués liberal". Y recorrió el largo camino desde la calle Dueñas, de Sevilla, donde nació, hasta Fleet Street, la calle de la prensa, donde tenía su agencia en Londres, observando y tomando nota: "andar y contar es mi oficio". Aunque se formó en el periodismo literario de principios del siglo XX, tuvo como meta el ejercicio de un periodismo informativo y analítico de acuerdo con los nuevos tiempos. En el mundo conflictivo en que vivió fue partidario del diálogo como forma de entendimiento entre los pueblos y de la democracia como método de oposición a los totalitarismos.

Nacido en Sevilla en 1897, hijo del periodista de El Liberal Manuel Chaves Rey, su formación se nutrió de visitas a la redacción del periódico, de asistencia a las representaciones de obras de su padre en el Teatro Cervantes (¡Vivan las caenas!), de lecturas, tertulias y confabulaciones en el ámbito del Ateneo de Sevilla. A Sevilla dedicó su primer escrito de peso, La Ciudad, magnífico y juvenil regalo a la ciudad que lo vio nacer, que le valió un premio del Ayuntamiento y le sirvió de presentación en el mundo periodístico en Córdoba primero y más tarde en Madrid, meta de los jóvenes inquietos del momento.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera trabajó en Heraldo de Madrid y Estampa. Consiguió el Premio Mariano de Cavia de 1927 y fue fundador y redactor jefe de Ahora, donde desarrolló la parte más productiva de su trabajo periodístico en los años de la Segunda República. Durante la misma recorrió el territorio español para cubrir los acontecimientos más significativos. También realizó numerosos viajes por el entorno europeo, por gran parte de Rusia hasta el Caúcaso y por África hasta el Sahara. Asombró al Madrid de los años veinte utilizando un avión para ir tras la noticia.

A los pocos meses del comienzo de la Guerra Civil de 1936-39 tuvo que salir de España por haber defendido expresamente desde un periódico de centro a la República legítimamente instaurada. El exilio en Francia e Inglaterra supuso la proyección, europea primero y más tarde mundial, de su quehacer informativo. Participó en el resurgir de la agencia de noticias Havas, antecesora de France Press, que estaba viviendo en aquellos momentos la gran transformación que requerían los tiempos nuevos; intervino en la vida francesa al trabajar en el Ministerio de Interior francés, como periodista del staff del ministro Mendel en el Gabinete Reynaud. Colaboró con el gobierno francés, y más tarde con el inglés, convencido de que España sólo se salvaría si se salvaba la democracia. Como tantos demócratas sufrió la gran desilusión cuando Petain pactó la entrega de Francia a Hitler.

Publicó trabajos en periódicos europeos y latinoamericanos y realizó emisiones de radio para España y América Latina. En Inglaterra colaboró con la BBC y con los grupos de exiliados republicanos españoles, a los que ayudó en la medida de sus posibilidades. A petición de la agencia de prensa de Chaves y para su difusión a través de ella en periódicos de América Latina compuso Cernuda su artículo sobre la obra de Gregorio Prieto.

Chaves Nogales murió en Londres en 1944.

Periodista de amplios intereses

Hábil en el manejo de todos los géneros periodísticos, analizó acontecimientos contemporáneos en magníficos reportajes, crónicas, artículos y columnas. Entrevistó a Ruth Elder, la primera mujer que atravesó el Atlántico pilotando un avión; a intelectuales exiliados en Francia a causa de la dictadura de Primo de Rivera; al Presidente y los miembros del primer gobierno de la República; a reyes (Alfonso XIII); a emperadores camino del destierro (Haile Selassie); a exiliados de la Revolución rusa de 1917; a popes rusos que arrastraban su pena y su miseria por los arrabales de París tras la revolución; a destacados líderes marroquíes, como el Sultán Azul, Ched Said, Abd-el Krim y Si Beley; a revolucionarios asturianos de octubre del 1934; a braceros del campo andaluz; a líderes catalanes triunfadores en las elecciones de 1936 (Moles, Nicolau d´Olwer, Luis Companys, Ángel Pestaña); a jornaleros anarquistas, a romeros del Rocío y cofrades de la Semana Santa sevillana; a toreros de fama (Juan Belmonte), a bailarines de flamenco (el maestro Juan Martínez); al asesino de Dato, en su exilio ruso; a Maurice Chevalier y Charles Chaplin; al arzobispo de Canterbury en el Londres bombardeado de 1942, entre otros.

Fue amigo de Ortega y Gasset, Gómez de la Serna, Baroja, Valle Inclán, Unamuno, Azorín, Gregorio Marañón, Julio Camba, Osorio y Gallardo, Salvador de Madariaga, a los que ayudó económicamente publicando sus artículos en Ahora; pero también compartió la vida nocturna con Isaac del Vando, con los periodistas golfos de Heraldo de Madrid, con César González Ruano…

Conoció el éxito, y sus mejores trabajos periodísticos fueron traducidos al francés, inglés y portugués, y publicados en libros en Nueva York, Toronto, Lisboa, Londres, París, México, Montevideo, Santiago de Chile…

La Voz de Córdoba, ya escribía desde Madrid. En 1928 realizó un amplio periplo por Europa, incluso la URSS, para analizar la implantación de la revolución rusa, la gestación de los fascismos, la preparación de la Segunda Guerra mundial y el esfuerzo mediador de la Sociedad de Naciones. Las crónicas aparecieron en Heraldo de Madrid y en La Nación de Buenos Aires con el título de La vuelta a Europa en avión. Mientras trabajaba en periódicos de Madrid, viajaba continuamente a París e informaba de asuntos de interés desde la capital francesa, al tiempo que se movía en los círculos de exiliados rusos buscando datos para su gran reportaje titulado Lo que ha quedado del imperio de los zares; durante el tiempo de redactor jefe de Ahora fueron continuos sus contactos con Inglaterra; viajó en 1933 a Alemania e Italia para componer las diez crónicas tituladas Cómo se vive en los países de régimen fascista; al año siguiente informó desde el Sahara de la ocupación española de Ifni con el título La última empresa colonial española, ocupación llevaba a cabo por cinco personas, el periodista entre ellas; cubrió la revolución de Asturias de 1934 como enviado especial de su periódico. Intentó dar a los españoles su visión de la situación conflictiva que se estaba viviendo y avisó de los males que se vislumbraban en el horizonte, utilizando las armas de su oficio, es decir, escribiendo. Fueron decisivos y tuvieron gran éxito dos folletines-reportajes publicados por entregas en Estampa: El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934) y Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas (1935). Este último es quizás el más conocido de sus trabajos y el de mayor altura literaria.

Salió al exilio con otros republicanos en noviembre de 1936, cuando sintió que nada podía hacerse para salvar a España. En sus colaboraciones en periódicos de América Latina explicó no sólo la guerra de España, sino los acontecimientos más destacados de la Segunda Guerra mundial. Para él, como para pocos, el periodismo no tenía fronteras geográficas. Los acontecimientos, incluso los aparentemente intrascendentes, alcanzaban en sus análisis una proyección amplia, internacional. Presentaban el punto de vista de un hombre razonador y poco amigo de estrechas miras patrióticas.

Los temas que conmovían la sociedad europea de la primera mitad del siglo XX

Dos temas destacan en el amplio abanico de intereses informativos de Manuel Chaves Nogales, que son, en definitiva, las dos grandes fuerzas motoras de todas las conmociones sufridas por Europa en la primera mitad del siglo XX: la Revolución Rusa (el comunismo revolucionario y el bolchevismo) y la presencia en el panorama europeo de los nazismos y sus variantes y extensiones (fascismo, kemalismo, franquismo), expresiones para el periodista de un mismo talante antidemocrático, hijos de un mismo sentir totalitario. Calificó a Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, con los mismos adjetivos que a Stalin, "duros, enconados, implacables, nazarenoides", los llamó. Atreverse a criticar abiertamente la revolución soviética y a sus dirigentes en la España republicana de 1934 le valió el repudio feroz de las izquierdas, que lo calificaron de reaccionario, sin dejar de lado que las derechas, dos años después, lo buscaban para matarlo. Denunció las crueldades de la aplicación del credo comunista y comprendió que los fascismos no son sino nacionalismos exacerbados. Todo ello presentido, analizado y desmenuzado en crónicas y reportajes publicados entre los años veintisiete y treinta y seis del siglo veinte; antes, en cualquier caso, de la publicación de otros enfoques críticos, como lo fue Regreso de la URSS, de André Gide (1936), quien también fue acusado de reaccionario por criticar al totalitarismo soviético.

Al igual que su padre y muchos intelectuales de su tiempo, Chaves Nogales había ingresado en la Masonería en 1927 con el significativo nombre de Larra, escritor que fue un modelo intelectual para el periodista. Años después, en mayo de 1944, Chaves fue procesado en rebeldía y condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo a inhabilitación absoluta y perpetua.

A sangre y fuego y La agonía de Francia

La Nación en enero de 1937; a los lectores franceses de Candide en el mes de abril del mismo año. Y traducidos al inglés se publicaron en Evening Standard a comienzos de 1938. Recogidos en libro aparecieron en Chile (1937), Nueva York (1937) y Canadá (1938). En España, y con el título de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, no se reeditó hasta 1993 dentro de la Obra Narrativa Completa de la Diputación de Sevilla. Le siguió la edición de Espasa de 2001.

En 1941 se publicó en Montevideo La agonía de Francia, donde Chaves daba su opinión sobre la caída, la defección, la agonía de un país, baluarte de la democracia y la civilización, al que acudían demócratas de toda Europa que, huyendo de sus países, confiaban en él, y que tuvieron que ver cómo Francia se entregaba al enemigo alemán y se comprometía a entregar a Hitler incluso a los propios refugiados alemanes antihitlerianos: "La entrega al verdugo alemán de esos hombres que habían tenido fe en Francia será una de las mayores vergüenzas de la historia".

Un liberal sin fronteras

Chaves Nogales dedicó su vida al periodismo, que ejerció desde presupuestos democráticos e internacionalistas y en un tono expositivo sencillo y ameno. Decía: "Hoy, para ponerse a escribir ante el público, hay que disculparse previamente, por la petulancia que esto supone, y la única disculpa válida es la de contar, relatar, reseñar. Contar y andar es la función del periodista". Desde este elemental punto de partida defendió a la República como opción del pueblo y en la medida de ello la respetó. No estuvo de acuerdo con los extremismos de ningún signo: "Yo era eso que los sociólogos llaman un `pequeño burgués liberal´, ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio –como dicen los marxistas-, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo" (…) "Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario"

Próximo a Azaña, comentaba para un periódico sudamericano en los primeros días de la Guerra Civil que tal vez podría haberse evitado la guerra si el Presidente de la República se hubiera convertido en dictador de España y hubiera transformado al Frente Popular en una dictadura de izquierdas, pero un prurito intelectual de sujetar la realidad al sistema ideológico previamente elaborado se le impidió.

La guerra rompió la trayectoria intelectual de muchos españoles y dio autoridad a Franco para convertir el liberalismo en un pecado. Los liberales españoles que salvaron la vida en la contienda, Chaves entre tantos otros, cumplieron el que parecía ser su destino histórico: "Es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a nadar por el mundo, por la parte habitable de mundo que nos queda, aun a sabiendas de que en esta época de estrechos y egoístas nacionalismos, el exiliado, el sin patria, es en todas partes un huésped indeseable que tiene que hacerse perdonar a fuerza de humildad y servidumbre su existencia. De cualquier modo, soporto mejor la servidumbre en tierra ajena que en mi propia casa".

Para él las fronteras no fueron límites, sino líneas de unión entre los hombres: "Aún hay patrias en la tierra para los hombres libres".

Textos de apoyo

Tres meses después del ascenso al poder de Hitler en Alemania, Chaves Nogales realizó un viaje al país para analizar la situación. Fruto de él fueron una entrevista a Goebbels y una serie de crónicas aparecidas en Ahora, con interesantes fotografías de la construcción de los que más tarde serían campos de exterminio, bajo el título genérico de "Cómo se vive en los países de régimen fascista. Bajo el signo de la svástica y el fascio de los lictores". Estas crónicas aparecieron simultáneamente en el periódico brasileño Folha da Manhá. Como en todos sus trabajos, Chaves se muestra como un analista clarividente y premonitorio de la realidad alemana; a continuación visitó la Italia de Mussolini.

Pío Baroja, que acudía con frecuencia a la casa de Chaves en los altos de la editorial Rivadeneyra, en la Cuesta de San Vicente, en Madrid, le dedicó una secuencia en sus memorias Desde la última vuelta del camino. Allí evocaba conversaciones mantenidas entre ambos en las que Chaves apuntaba que la República iba a durar poco y "nosotros acabaremos en alguna buhardilla pobre de una callejuela de París", cuenta Baroja que le decía el periodista. Y, en efecto, más tarde volvieron a coincidir en París, ya en el exilio.

La Ciudad (1921), Narraciones Maravillosas (1924), La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929), Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931), El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934), Juan Belmonte matador de toros; su vida y sus hazañas (1935), A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937), La agonía de Francia (1941).

Publicó sus trabajos en periódicos europeos y americanos: El Noticiero Sevillano, El Liberal de Sevilla, La Voz de Córdoba, Heraldo de Madrid, ABC de Madrid, Estampa, Ahora, L´Europe Nouvelle, Candide, Evening Standard, Evening News, The Manchester Gardien, Times, El Liberal Progresista de Guatemala, La Nación de Buenos Aires, El Nacional y Excelsior de México, El Tiempo de Bogotá….

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