Chaves Nogales, Isidro Corvinos y los editoriales de Ahora


Según la definición más simple de editorial se trata de un artículo de fondo sobre un tema relevante de actualidad. Aparece cada día en los periódicos, en lugar destacado y no lleva firma. El texto está redactado de forma impersonal y quiere invitar a la reflexión. El responsable de la opinión vertida es el medio de comunicación, independientemente de las personas que lo redacten.

Es un lugar común en el aprendizaje de las facultades de periodismo que los editoriales de prensa, también llamados artículos de fondo, representan el sentir de los órganos informativos que los sustentan, es decir, de los periódicos en los que se inscriben. Cada día el redactor jefe se reúne con los redactores y entre todos elaboran las directrices de la opinión del periódico que, como corporativa, recogerán este sentir y lo transmitirán a esos lectores. Este, grosso modo, es el devenir de los editoriales. Por ello no llevan firma, y pueden en ocasiones no coincidir con las opiniones de quien se ha encargado de confeccionarlos. Cuando algo no se firma, es preciso respetar ese anonimato, sin forzar las causas. Ser más listo que el propio autor aboca al ridículo y, sobre todo, al error.

Por lo mismo puede resultar arriesgado atribuir tal o cual editorial a tal o cual redactor. Se puede fallar en la atribución. Y, además, puede resultar innecesario, inadecuado o, a veces, inoportuno o desafortunado.

Es cierto que Chaves Nogales debió de componer muchos de los editoriales de Ahora. Se advierte claramente su estilo en gran parte de ellos durante el tiempo en que el periódico se editó y alternó, posiblemente, con Pérez Bances y Marín Alcalde. Pero nunca es el suyo un estilo agresivo o faltón, ni aún en los peores momentos. Se advierte en una somera lectura que la agresividad no es su arma, ni incluso en los duros días de enfrentamiento de los españoles en la Guerra Civil.

Es esta disertación consecuencia del fervor manifestado por algún crítico de Chaves Nogales en el hecho de atribuirle sin discusión ni duda gran número de los editoriales publicados en el diario Ahora. Según Juan Carlos Mateos Fernández (Junto al pueblo en armas, Renacimiento/Espuela de Plata, 2024), entre el 21 de julio y el 4 de agosto de 1936 los editoriales fueron confeccionados por Leopoldo Bejarano. Los de 9 de agosto a 6 de noviembre por Chaves Nogales, sin discusión. Y entre el 7 y el 13 de noviembre, afirma, es Marín Alcalde el encargado de su confección. Ignoro los datos que posee Mateo Fernández para asegurar que es Marín Alcalde el director y editorialista y autor de los editoriales del 7 al 13 de noviembre, incluidos.

Revisando los periódicos a partir del 7 de noviembre, constatamos que sigue apareciendo en la mancheta el nombre de Chaves como director hasta el día13 de noviembre, aunque el catorce ya no aparece nadie como responsable del periódico. Se supone que los integrantes del consejo editorial no quisieron declarar la situación de salida de parte del personal por no dar noticias al enemigo. No se habla de quien le sustituye, aunque según Isidro Corvinos, periodista presente entonces en la redacción, se nombró director a Fermín Carralde.

En octubre de 2000, la Diputación de Sevilla organizó unas jornadas de recuperación de la memoria del exilio republicano español a las que asistieron supervivientes y descendientes de aquellos republicanos que se exiliaron en países de América Latina. En una de las sesiones se me acercó una mujer que venía con el grupo. Se identificó como María Corvinos, hija de Isidro, redactor de Ahora, aquella niña de que habla su padre en sus memorias. María conocía el respeto y admiración de su padre hacia Chaves Nogales. Y me hizo entrega de su libro Pasaje al Winnipeg. Crónicas de la Guerra Civil Española , que había editado la Red Internacional del Libro en Chile, en 1997. En estas memorias y tras la marcha de Chaves a Valencia en noviembre de 1936, que Corvinos comenta, dice que “Chaves Nogales fue sustituido en la dirección del diario por Fermín Carralde”. No se manifiesta este nombramiento en la mancheta, tal vez por discreción o por no querer divulgar información que puede ser negativa para el periódico y la causa. Comenta Corvinos con detalle cómo se viven estos días en la redacción con la Cuesta de San Vicente, como una diana en el tiro al blanco: peligros, parapetos, trincheras y casamatas; absoluta oscuridad. Se necesita usar santo y seña para transitar por ella. Carralde da normas para el tránsito y la llegada hasta la redacción, que ha de hacerse en parejas para mutuo socorro. Así lo cuenta Corvinos:

La noche del 7 de noviembre el compañero que me deparó la suerte fue el propio Fermín Carralde (…). En el diario trabajábamos todos los redactores en una larga mesa común, en una sala interior con una sola ventana, cerrada y claveteada. Era la sala de taquígrafos, y la mesa hacía frente a una serie de cabinas telefónicas. En cuanto llegamos, Fermín Carralde se encerró en una de ellas y habló largo rato. Al salir se sentó como siempre en la cabecera de la mesa; dispuso tranquilamente el papel y la pluma, encendió un cigarrillo y comenzó su editorial, que escribía todas las noches a mano, en cuanto llegaba. Lo terminó más o menos una hora después, lo mandó a las linotipias y volvió a la cabina del teléfono. Al salir pidió galeradas de pruebas para revisar el material. Cosa de rutina. Yo también trabajé en cosas rutinarias.

Y unos párrafos más abajo continua:

Lo recordé (a Carralde) disponiendo pluma y papel, encendiendo su cigarrillo y escribir luego su editorial sin levantar los ojos, sin hacer un gesto de nerviosidad o de impaciencia; sabiendo, como sabía, que en aquel momento estaba jugándose su suerte, la mía y la de todos; que podía irrumpir un pelotón del Tercio o de Marroquíes (sic), o cualquier otro pelotón de fusileros. Tardé en darme cuenta del temple que se necesitaba para mantenerse en silencio, quieto, durante horas, consciente de que su vida y la de todos nosotros dependía solo de que las explosiones de las bombas de mano se acercaran o se alejaran unos metros más, unos metros menos. Y mucho más tarde comprendí por qué en aquella noche, en la siguiente, en las demás, Madrid se mantuvo firme. Otros Carralde hicieron, en la línea del Manzanares, lo que él hizo en la retaguardia. Fermín Carralde fue el primero de los muchos Carralde que tuve a mi vera aquella noche y las que siguieron. Es cierto que yo no me sentía Carralde…

Pero a la hora de costumbre, a las nueve de la noche, ya estaba otra vez sentado en la mesa de la redacción.

El crepitar de las ametralladoras se oía lo mismo que en la noche pasada.

Así lo comenta sin juicios, sin crítica, pero con respeto y admiración hacia quien hace su trabajo.

Coincidiendo con la marcha a Valencia de Chaves Nogales, sus compañeros de redacción siguieron enviando sus crónicas desde los distintos frentes donde estaban destacados: Antonio Soto desde Asturias, Ángel Pumarega desde el frente del Tajo, Izcaray, Quilez Vicente y Antonio de la Villa en el frente de Madrid…Todos siguieron realizando su trabajo informativo y ninguno de ellos tuvo una opinión negativa ante el comportamiento de Chaves, antes bien, todos ellos marcharon de España cuando lo consideraron oportuno y dejaron siempre opiniones muy positivas del periodista allí donde marcharon. Tal fue el caso de Corvinos, que pasó primero a La Vanguardia de Barcelona como corresponsal en el frente en mayo de 1937 y más tarde se embarcó en el Winnipeg (agosto de 1939) rubo a Chile. Allí entró en la editorial Ercilla y en pocos meses, integrado en los equipos informativos del grupo, contribuyó a la publicación de A sangre y fuego en 1937 y de Juan Belmonte en 1938. Siempre me pregunté cómo fueron posibles estas publicaciones tan tempranas en aquel país, hasta encontrarme con Isidro Corvinos, que llevó todo el quehacer de Ahora a la tierra de acogida con sus semanales crónicas en la revista Ercilla, donde llegó a triunfar convertido en un maestro de periodistas como profesor en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. En opinión de José Tohá (director del periódico chileno Ultima hora) “fue maestro para todas las generaciones que tuvieron el privilegio de conocer parte de sus obras. En el fondo, un revolucionario con alma de anarquista, apasionado, bondadoso, siempre dispuesto a luchar por las causas justas. Un personaje de excepción, digno de una novela”.

Se constata respeto absoluto de quienes convivieron con Chaves Nogales en el trabajo periodístico, codo con codo, frente a las bombas. Corvinos cuenta con detalle lo acaecido en la redacción de Ahora en los últimos días de noviembre y hasta su marcha a Barcelona. Permaneció en Madrid y al servicio de Ahora hasta mayo de 1937. Relata que, hasta ese momento, el periódico

se regía por un Consejo en el que tenían representación todos los que trabajaban en el diario. Predominaba un grupo de jóvenes que, al comenzar las reuniones del Consejo, desenfundaban las pistolas y las dejaban encima de la mesa. El Consejo lo integraban antiguos redactores y obreros y unos cuantos imberbes enquistados repentinamente en el diario y en la editorial. Los imberbes eran los de las pistolas. Las reuniones tenían lugar un día a la semana y eran de orden administrativo y político.

Un buen día se me ocurrió observarles:

-Jóvenes, no creo que para escribir unos párrafos sea necesario hacerlo con la mecanografía del balazo. Tampoco creo necesario inscribir guarismo en los libros de contabilidad perforando las hojas a tiros. No comprendo aquí el alarde de las pistolas encima de la mesa de trabajo. En cambio sé por experiencia que las pistolas, aun encima de la mesa, se disparan con mucha facilidad; y además, molestan: aquí más que en ninguna parte.

¿Podemos imaginar a Chaves Nogales lidiando con las pistolas, cuando su opción fue siempre el diálogo? Contra opiniones desmesuradas de críticos de los últimos tiempos, no fue ni espía ni renegado de su propia ideología. Leer algunos párrafos de los textos que se le atribuyen revuelven el entendimiento. Aparecen tocados de una aspereza ajena al periodista. Es mejor atender a sus palabras, las del prólogo de A sangre y fuego. Fue contundente en su explicación de la salida de España: “Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba”.

¡Qué gran error puede llegar a ser el juicio apresurado!

María Isabel Cintas Guillén es la primera editora de toda la obra de Chaves Nogales (Diputación de Sevilla, Obra narrativa y Obra periodística, 1993, 2001, 2009 y 2013) y su biógrafa (Andar y contar, Confluencias y Universidad de Sevilla, 2021).