El español sale de su tierra

Congreso Internacional "Julio Camba: El escritor y su circunstancia"

Si ha habido en la historia de España de la primera mitad del siglo XX un tema que haya concitado el interés del público lector de libros y de prensa durante un buen número de años, ha sido el tema ruso. Todo lo concerniente a la desintegración de la dinastía de los zares y la ocupación del poder por el pueblo, que se produjo en Rusia con la revolución de 1917 y la consiguiente guerra civil; la actuación de la Checa y el gobierno de los bolcheviques acumularon elementos suficientes como para despertar el deseo, nunca del todo saciado, del público lector. Este público quería conocer los detalles del proceso y las andanzas de unos ciudadanos que consiguieron subvertir el orden social establecido de siglos con la drástica eliminación del régimen autárquico de los zares. Si además, tan sólo catorce años después, cuando todavía recorrían Europa los rusos exiliados de la revolución, otro régimen de izquierdas instaura por las urnas en nuestro país un gobierno republicano y manda al exilio a la recia monarquía española, es fácil deducir que el tema no perdió actualidad con el paso del tiempo, sino que supo mantenerse en los primeros puestos de la atención y simpatía de los españoles. El tema ruso es, por el número de los autores que lo cultivaron, uno de los temas estrella de la narrativa española anterior a la guerra civil de 1936-1939. No menor atención le dedicó la prensa. Crónicas de viajes a Rusia, reportajes sobre la Revolución y sus pormenores y consecuencias ocuparon muchas páginas de los diarios españoles. Todo periódico que se preciara de llevar a cabo una labor informativa de alcance europeo enviaba a sus cronistas y/o reporteros a comprobar sobre el terreno las excelencias del cambio. La información minuciosa de lo visto, acompañada de fotografías o ilustraciones, ocuparon los periódicos españoles a lo largo de dos décadas. La Revolución Rusa conmovió los cimientos de la sociedad burguesa y el ejemplo dado por Rusia al mundo atrajo el interés de intelectuales (periodistas y escritores en su mayor parte), que la ensalzaron o rechazaron. Entre otros muchos visitaron la URSS los españoles Joseph Pla, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Ramón J. Sender, Margarita Nelken, Julio Álvarez del Vayo, Julián Zugazagoitia, Manuel Chaves Nogales, Andrés Martínez de León… Y no pocos fueron los que escribieron sobre los hechos sin visitar los lugares.

La lejanía geográfica, en un momento de escasa facilidad viajera, era un elemento añadido al interés. Las "romerías a Rusia" fueron emprendidas por españoles, pero también por interesados de otras nacionalidades1. Casi todos fueron imbuidos de una oportuna seriedad que les haría manifestar su desmedida admiración por un pueblo que supo buscar su destino y labrarse su presente. El pueblo ruso se convirtió en un modelo a seguir.

De entre la nómina de viajeros a Rusia, escritores interesados en el tema, periodistas desplazados a comprobar la veracidad de los hechos e informar fielmente a los lectores, entusiastas partidarios y críticos menos que más detractores, hemos escogido tres españoles para fijar en ellos la atención y discurrir mínimamente sobre la forma en que trataron el tema, sirviéndonos del elemento de unión que en ellos hemos creído advertir: la mirada crítica, pero cargada de humor; la ironía inteligente que los lleva a enjuiciar el fenómeno sin apasionamiento ni partidismo, dentro de lo posible, con el distanciamiento que proporciona el sentido del humor. Pero hay además otro factor que los une: los tres escribieron sus trabajos para la prensa, aunque luego fueran recogidos en libros. En dos de los casos, además, un fuerte acompañamiento gráfico ilustra los relatos. El tiempo en que fueron compuestos cada uno de ellos, las circunstancias socio-políticas que concurrían en el momento en que fueron escritos influyen poderosamente en el punto de vista de sus autores.

Son estos autores Julio Camba, Manuel Chaves Nogales y Andrés Martínez de León. Del primero, Julio Camba (1885-1962), son unos pocos artículos escritos para El Sol e insertos en su libro La rana viajera, de 19202, muy cerca por tanto de los acontecimientos a cuya influencia se refiere. El segundo, el periodista Manuel Chaves Nogales (1897-1944), compuso algunos años después, en 1934, El maestro Juan Martínez que estaba allí3 , que se publicó en la revista Estampa. Y el tercero, Andrés Martínez de León, es autor de Oselito en Rusia4 , obra en la que la parte gráfica es tan interesante como la escrita, y que vio la luz en 1936.

El procedimiento de trabajo siempre era el mismo: el director del periódico donde se colaboraba con el artículo habitual introducía en el bolsillo del periodista unos pocos billetes, siempre pocos, y le decía: "Hala, a recorrer mundo, tú sabrás sobrevivir; observa, cuenta, comenta. Hay que subir el número de lectores". Y el periodista se convertía así en la rana viajera, el reportero intrépido, el cronista ameno o el reflexivo escritor que su público necesitaba y esperaba. Era el signo del tiempo. Los descubrimientos recientes imponían el vértigo, el trasiego. Se acabó el periodista de mesa camilla o de redacción sedentaria. Pero no sólo el periodista sedentario se veía forzado a cambiar. También el escritor, poeta o novelista, se levantaba e iba. Allí donde hacía falta.

De este modo, el periodista tiene que observar y hablar de lo que ve. Pretende ser observador imparcial, pero en muchos momentos dejará asomar sus prejuicios, que son los de su pueblo. Se ven cosas nuevas, se aceptan las ventajas de los avances que se aprecian, pero la alegría y "el orgullo" de ser español quedan intactos. La ironía, arma para la crítica, es el ropaje del que el periodista se viste para analizar lo que ve y, misión pedagógica del periodismo del momento, para enseñar deleitando, sin rigideces ni dogmatismos. Cada escritor o periodista presentará luego su experiencia directa revestida con los elementos que su personalidad le dicte. Porque en realidad, la intencionalidad del director que encarga al periodista el trabajo puede ser "observar el efecto directo de la civilización europea sobre un español de nuestros días", pero, en definitiva, como el propio Julio Camba advierte "el único sujeto de experimentación que había en mis artículos era yo mismo".

La competencia obliga a los grandes periódicos nacionales a buscar la manera de incrementar el número de lectores. Las cabeceras más importantes del momento -La Voz, El Sol, Heraldo de Madrid- envían a sus cronistas o reporteros para que transmitan, en una creación genérica sin límites definidos con claridad, lo que ven, lo que oyen y lo que piensan, con fidelidad a los hechos. Las fotografías en algunos casos y en otros los dibujos, darán a los textos ese carácter mixto entre la información fidedigna que atestigua y confirma la fotografía, y el toque novelesco que la ilustración pictórica puede aportar.

Julio Camba

Alemania, Londres, Playas, ciudades y montañas. Son títulos de otras tantas obras de Julio Camba (Vilanova de Arousa, Pontevedra, 1885 - Madrid, 1962) que se publicitan en las primeras páginas de la primera edición, la de Calpe, de 1920, de La rana viajera. Quizá sea este título el que mejor identifica el quehacer de este articulista que viajó durante toda su vida y observó lo que le rodeaba: "Lo que parecen críticas o comentarios no son más que reacciones contra el ambiente extraño y hostil".

En 1920 es El Sol quien encarga a Camba la confección de sus crónicas viajeras: "El director de un periódico donde yo trabajaba me metió algunos billetes en el bolsillo y me mandó a París", dice el periodista en el prólogo. Tras observar lo que pasa fuera (que no es poco para el momento tener la valentía de mirar al exterior), la mirada a España ya nunca vuelve a ser la misma. Sólo desde una óptica progresista e integradora en la realidad extranacional puede hacerse este trabajo.

Los dos últimos apartados del libro llevan los títulos de "La política" y "La antipolítica". Está constituido el primero por doce comentarios sobre la situación política española de fines del año 1918 y principios de 1919, caracterizada, a decir del autor, por una tan absoluta inmovilidad que:


El lector del año 50 no tendrá que hacer, a lo sumo, nada más que la simple sustitución mental de unos apellidos por otros para convertir este pequeño trozo de la historia en una página de actualidad palpitante.

Los males de la política española del momento son los ya clásicos, vistos desde la mirada analizadora e irónica de Camba: el valor económico del voto, la permanencia sine die de los cargos políticos, el lenguaje confuso y partidista, los conceptos manipulados, la defensa de las venerandas tradiciones, los nacionalismos, el violento lenguaje militar, el aire corrompido de la política, que es olor a ajos ("el olor de la democracia", lo llama)… Aunque perduren todavía algunos rasgos, Camba ya no es el exaltado anarquista que colaboraba en Tierra y Libertad.

En Playas, Ciudades y Montañas (publicado por Espasa-Calpe en 1927, pero donde se recogen artículos aparecidos en prensa alrededor de1916) ya se muestra Camba preocupado por el tema ruso, que venía deslumbrando al mundo occidental desde los primeros años del siglo. Discurre en uno de ellos, el titulado "Los rusos existen", sobre aquellos rusos que conoció en Suiza antes de la revolución. En La rana ... aparece un capítulo titulado "Los rusos políticos", donde emplea frases enteras ya utilizadas en "Los rusos existen". Utilizando como hilo de unión en ambos artículos las referencias a Morote (aquel periodista anarquista, amigo de rusos y "enemigo personal de Cristo", como gustaba de ser llamado), hace ahora Camba una digresión sutil sobre el cambio que se ha producido en la consideración social de lo ruso, sin que España se perciba: lo que antes era exotismo, ahora lleva una fuerte carga política.

Es bien sabido que la diáspora iniciada antes incluso de la abdicación del zar había empujado, sólo a Europa, a más de un millón de rusos; para evitar la desbandada absoluta, los bolcheviques habían cerrado las fronteras con alambradas de espino ya en 1919. Desde los primeros años del siglo XX habían llegado a España los ecos de la cultura rusa, bien con traducciones de autores rusos como Tolstoi, Turgueniev, Chejov o Dostoievski, entre otros, o con actuaciones de artistas como Stravinski o Paulova. Por no decir cómo se dejaba sentir en la colectividad la simpatía de las izquierdas por la Revolución Rusa.

Así pués, "la antipolítica" irrumpe con fuerza en el escenario mundial. Los ecos de la revolución bolchevique o, simplemente, la revolución, han llegado a occidente y lo están llenando de temores y temblores; los rusos quieren cambiar el mundo, y el mundo occidental, que tan segura y confortablemente instalado se sentía, vive la inquietud de los cambios, "las molestias de vivir en una casa donde se están haciendo reparaciones (La rana... p. 228)". Los primeros en advertir estos cambios, los intelectuales, se sienten un tanto amenazados ante el sentimiento de exclusión a que les condena el ser lo que se ha venido en llamar "proletarios de levita", grupo social en el que el autor se siente irónicamente inserto. Y esta misma ironía es empleada sin complejos por el autor cuando critica, en el momento de máximo esplendor y poderío de las ideas sindicalistas, que lo mismo es, en definitiva, que un hombre sea clasificado por su idioma o su religión a que lo sea por el oficio que desempeña:

Indudablemente, no hay una gran diferencia entre clasificar a los hombres por oficios o clasificarlos por razas, religiones, idiomas o costumbres. Y no tan sólo no hay una gran diferencia, sino que es igual.

En siete de las doce partes de que consta la división final de La rana viajera, que lleva, como hemos apuntado, el título de "La antipolítica", trata Camba el tema ruso desde la ironía y el distanciamiento. Son: "El nuevo decorado del mundo", "Los proletarios de levita" y "El sindicalismo como base de una nueva antropología", de los que ya nos hemos ocupado más arriba. En los siguientes, titulados "El bolchevismo, enfermedad infecciosa", "La magia del dinero", "El delito de ser ruso" y "Los rusos políticos", el periodista analiza las reacciones de nuestra clase dirigente ante el fenómeno. En el primero, el miedo político que inspira el bolchevismo lleva a que sea considerado por los dirigentes como una enfermedad a cuyos transmisores hay que aislar. Y se pregunta Camba: "¿qué vamos a hacer con los otros sistemas políticos? ¿Con qué curaremos el maurismo, pongo por caso?" (La rana..., p. 236). En el segundo apartado reflexiona sobre el gran estimulante de la generosidad que es el bolchevismo, puesto que tiende a suprimir el dinero. Y propone con ironía que, para solucionar su carencia o las desigualdades que causa su posesión, se podría "establecer un turno pacífico para el disfrute del dinero. Así se evitarían las revoluciones, los grandes negocios y otra porción de cosas más o menos molestas" (Ib., p. 239). En el tercero ironiza sobre el hecho de ser nacido en Rusia, país, a su parecer, "demasiado frío, demasiado lejano y demasiado complicado" (Ib., p. 240). Y, por último, en "Los políticos rusos" pone bajo la tela del humor ese desmedido amor a lo ruso que parecen sentir las izquierdas españolas. Los comportamientos de una corriente izquierdista, que para Camba tienen muchos españoles equivocadamente influidos por la Revolución Rusa, son objeto de su crítica inteligente, mordaz y desapasionada. No busca la carcajada, ni siquiera la sonrisa exterior. El humor aparece en el periodista aliado del pensamiento, porque como dice Mario Pajarón "Camba ha hecho del pensamiento (…) algo divertido. No se divierte a costa del pensamiento, sino que lo desnuda para hacerlo divertido. Éste es su gran hallazgo"5.

Años más tarde, en 1942, vuelve Camba sobre el tema ruso, por el que sigue sin sentir simpatía. Sin haber estado nunca en Rusia y durante la realización de un viaje por los Estados Unidos, opina Camba que ambas sociedades son semejantes en sus fines:

Por mi parte confesaré que me da lo mismo, porque no veo ninguna diferencia esencial entre una civilización y otra: ambas representan la máquina contra el hombre, la estandarización contra la diferenciación, la masa contra el individuo, la cantidad contra la calidad, el automatismo contra la inteligencia. Hombres eugenésicos y gallinas de incubadora: una Humanidad de serie opinando en serie y divirtiéndose en serie.6



Manuel Chaves Nogales

En 1928 es el director de Heraldo de Madrid, Manuel Fontdevila, quien envía a Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944) a Rusia, tras recorrer Europa, con veinte duros en el bolsillo, para que informara de lo ocurría que fuera de nuestras fronteras. Ante las protestas de Chaves por el menguado presupuesto, "Tú sabrás arreglártelas, para eso eres periodista", dice César González Ruano que dijo el director.

Y en efecto, salió y encontró en el tema ruso un auténtico filón, no sólo para ocupar con él una parte importante de su producción, sino para analizar, en la distancia y desde lejos, el papel de la sociedad española en le nuevo orden europeo y, por ende, mundial. Lo trató en una serie de crónicas, que luego formaron libro, publicadas por Heraldo de Madrid con el título de "La vuelta a Europa en avión"; en un relato corto titulado La bolchevique enamorada; en un reportaje de Ahora titulado "Lo que ha quedado del imperio de los zares", que también recogió en libro; en una serie de artículos ilustrados de la revista Estampa y, en el relato novelado en que nos fijamos especialmente, El maestro Juan Martínez que estaba allí7.

El maestro de baile Juan Martínez, personaje real al que el periodista conoció en París, que había vivido en Rusia la revolución, es el hilo conductor del relato de una buena parte de la historia de Europa de la primera mitad del siglo veinte. Con un lenguaje popular y castizo, salpicado de términos extranjeros, pero sobre todo vestido de una ironía profunda y divertida a la vez, va realizando en su relato de las experiencias vividas un repaso cargado de matices de los acontecimientos históricos. Las fotografías, que pertenecían a su vida privada y fueron gentilmente cedidas para la publicación, dan todos los toques precisos de certeza y autenticidad al relato. Los dibujos de Rivero Gil añaden la oportuna nota de fantasía: los acontecimientos descritos son tan sorprendentes que sobrepasan las expectativas de deslumbramiento del público lector.

El reportaje se publicó en la revista Estampa, revista dirigida a un público fundamentalmente femenino, pero culto, y que tenía un fuerte componente gráfico. Apareció en veintisiete entregas de marzo a septiembre de 1934. Si tenemos en cuenta que pocos días después tuvo lugar la revolución de octubre en Asturias, es fácil deducir la finalidad que el periodista perseguía con el reportaje: concienciar al público ante la situación de desequilibrio y confrontación a que la República estaba llegando. La revista, que representaba un republicanismo moderado, también se encargó por su parte de publicitar la publicación del "folletín-reportaje", como lo llamó, de enseñar "claramente a los españoles cómo es una revolución social". Quería advertirles de los peligros que rodeaban el camino por el que las izquierdas radicales parecían estar conduciendo a la República. Los hechos confirmaron poco después que la advertencia no era vana. A Chaves Nogales le valió el aviso para ser denostado por las izquierdas, que lo consideraron poco revolucionario, y por la derecha, que vio en él al peligroso crítico de los totalitarismos de todo signo. Pero en definitiva, el reportaje, que enseguida apareció en libro8, es una contundente crítica de los procedimientos llevados a cabo por los dirigentes rusos para instalarse en el poder y mantener su régimen durante muchos años; de los mecanismos por los que la Checa, la temida policía soviética, aseguraba su permanencia; de las luchas internas; de las faltas, no sólo de libertades, sino de pan y de sal; de la descomposición interior, tanto territorial como anímica; de la pérdida de valores... Decir todo esto en la España de 1934, cuando el país respiraba anarquismo e insurrección frente a los valores tradicionales, era, cuando menos, atrevido.

Pero Chaves sabía que el periodista que pontifica tiene perdida la razón. Así que eligió el procedimiento del humor y la estructura del relato de aventuras para componer un folletín-reportaje que, sin despegarse de la realidad ni falsear los datos sea capaz de entretener de forma amena e informar de los acontecimientos señalados, sin pare ello despegarse de la realidad ni falsear los datos.

Los protagonistas Juan Martínez ("flamenco, de Burgos, bailarín") y su esposa Sole ("una moza de pueblo, alegre y bonita como una onza de oro") inician una tournée en 1914 que los llevó de Turquía a la URSS en un viaje desconcertado e inevitable, huyendo de la guerra. Bailaron ante los zares y vivieron junto a los rusos los avatares de la revolución y la guerra civil consiguiente, proporcionando al lector el conocimiento, en propia carne, de los horrores de la vida en Rusia en aquellos años terribles. El carácter picaresco del personaje y su visión despegada de la realidad, posibilista y conocedora de los profundos resortes del ser humano hacen del relato un placer de presente para el lector y una enseñanza de futuro. Frente a la ironía distanciada del lector utilizada por Camba, Chaves busca su adhesión emotiva. El humor se instala ahora en la zona de la sátira y, "usando formas juguetonas y traviesas, busca ejercer una oposición, cuando no un ataque, a los abusos causados (…) por una persona o una sociedad. Por tanto, su carácter crítico didáctico es evidente"9.



Andrés Martínez de León

En 1935 Andrés Martínez de León (Coria del Río, Sevilla, 1895 - 1977) viajó a la URSS, enviado por La Voz, para gestionar la posibilidad de llevar las corridas de toros a territorio bolchevique. Allí tomó apuntes gráficos de lo que observaba y escribió unas crónicas ilustradas (se autocalificó de "periodista del dibujo") que son hoy una verdadera delicia para la vista y el espíritu. Se publicaron en el libro que arriba apuntamos titulado Oselito en Rusia.

La extensión de este tipo de publicaciones rondaba las cien páginas. Estaba lógicamente mediatizada por el espacio que habían de tener en prensa y por la presencia en este espacio, ilustrando la publicación, de fotografías de los personajes reales y de los lugares recorridos de los que se hablaba, que, por su exotismo, despertaban la imaginación del lector. Los dibujos tenían similar categoría, mayor a veces que las propias fotografías, y daban a las publicaciones un aire de relato fantástico que era un añadido de interés.

La misma extensión (alrededor de las cien páginas) tuvieron trabajos similares de Manuel Chaves Nogales, reportajes novelados, relatos que se movían entre la realidad que constataban y el grado de fantasía que la ejemplaridad de los hechos les confería. Tanto El maestro Juan Martínez que estaba allí como Juan Belmonte matador de toros, su vida y sus hazañas aparecieron con dibujos en su versión para la prensa, en el segundo de ellos incluso realizados en su mayor parte por Andrés Martínez de León.

Aunque de muy distinto corte a El maestro..., en Oselito en Rusia encontramos además otra similitud entre Martínez de León y Chaves Nogales, en este caso el recorrido de ambos en un viaje de España a la URSS. Aunque Chaves realiza el viaje en avión (nos referimos en este momento a La vuelta a Europa en avión) y Martínez de León en tren, ambos recorren y comentan sus impresiones de los países por los que atraviesan, Francia, Alemania, Polonia, Checoslovaquia, en el caso de Chaves. En el caso de Martínez de León se declara el recorrido en la propia portada del libro: París, Berlín, Varsovia, Leningrado y Moscú.

El protagonista del viaje a Rusia, Oselito, auténtico alter ego de Martínez de León, es un personaje castizo, genuinamente sevillano, trianero por más señas, que se atreve a decir lo que la timidez no le permite expresar:

Oselito es una especie de escape mío, de evasión de carácter (...). Me adivina el pensamiento y chismorrea lo que yo estoy pensando... Es un buen chico.10

Alguien ha creído ver en el personaje rasgos de Rafael "El Gallo", el famoso torero sevillano del que se cuentan en Sevilla mil anécdotas. El carácter es socarrón, crítico e inequívocamente sevillano: parsimonioso, con un punto de maldad en la crítica, amante de las tradiciones vernáculas, convencido de que Sevilla es lo más grande del mundo y de que no se necesita nada más que respirar en esta ciudad para ser feliz...

El personaje venía dándole a Martínez de León un juego extraordinario en su crítica en los periódicos (El Noticiero Sevillano, El Sol, La Voz, La Esfera, Blanco y Negro), siempre sobre temas localistas. Más tarde, después de la guerra civil, Oselito saltó las fronteras y llegó a realizar comentarios taurinos, con ilustraciones, para periódicos extranjeros, como España, de Tánger o mexicanos como Novedades, entre otros, firmando sus crónicas "Oselito, Sevilla, España". Pero la crítica que se manifestaba en sus dibujos y en sus textos le costó la prisión de 1939 a 1945, año en el que un indulto alivió su condena de treinta años y un día, pero no la carga de vencido republicano que marcó toda su vida en España.

Los cincuenta y un capítulos de Oselito... presentan una estructura similar. Europa es un objetivo muy importante, pero el verdadero objeto del viaje es la URSS, por lo que en ambos casos la extensión se reparte de manera equitativa: de los cincuenta capítulos del total, veinticinco se dedican al paso por Europa y veinticinco a la estancia en Rusia. Así, Oselito inicia su recorrido en Sevilla y, tras recorrer Francia, Alemania y Polonia, llega en el capítulo XXV a Rusia. Tras un recorrido lleno de sorpresas, ayes, interrogaciones y emociones sin cuento, que se adelantan a los lectores en los propios títulos de cada capítulo ("¡Hágase la luz!", "¡Padres que tenéi hijo!", "¡Er trabajo!", "¡Ay! ¡Continúa er trabajo!", "¡Arriba el telón!", "¡Curtura!" ¡Curtura!", "¿Moscú? ¿Nueva York?", "¡España!"), la vuelta a España se produce coincidiendo con el XVIII aniversario de la revolución que tanto había influido, e influye en aquel momento, en la vida española.

Según cuenta Martínez de León ya en la historia, alguien le propone viajar a Rusia como periodista de La Voz, encargado de que cuente lo que vea, sin color político de ninguna clase. Aunque desde luego, el personaje creado por el autor para realizar este viaje, Oselito, es un sevillano, típico y tópico, adornado de las virtudes y defectos que las creencias populares le adosan. Es, por tanto, la visión en clave de humor la que el viajero ha de presentar al lector, incluso con la verosimilitud de una lengua que quiere ser transcripción del andaluz hablado. Tan tópico es el personaje que lo que le mueve a aceptar el viaje el conocer "otro mundo que no este der Beti, er vino y los toro" y, sobre todo, investigar qué es el amor libre, y poder ver de cerca la cara de "er tó pa tó (como) le llamaban la gente der campo ar comunismo ("Todo para todo", quería desí)" (p. 9). Incluso viajar tan lejos es un timbre de honor para el cronista:

Vengo de Rusia. Lo largo como un escopetaso, así, de pronto, sin preparasión, sin temor a los síncope, sin piedá pa los cardíacos... ¡Vengo de Rusia! Oselito en Rusia, si señó (...) A mí, que me desían en toas parte: "Oselito, ere una cosa mala. Nunca irá de aquí a la esquina", me veo ahora, a la menor discusión, tirando a la cara estas palabras: "¿Usté ha estao arguna ve en Rusia? ¡Po entonse!

Martínez de León intenta dar, a través de su personaje, la sensación que en el ánimo de un español (o sevillano en lo que tal acepción tiene de hombre del pueblo llano) produce la contemplación de los acontecimientos más insignificantes y cotidianos de la vida en Rusia:

La primera gran impresión que resibí fué er ve a tantos comunistas reunío sin que aparesiera la Polisía. En cuanto veíamos más de cuatro junto, tirábamos instintivamente por otro lao. Tenemos mieo, no sé si burgué o proletario (pero que viene directamente de las correa de los guardia de Asarto), a esta clase de aglomerasiones.

También usando la ironía como vehículo conductor, los grandes acontecimientos son narrados con la sencillez propia de ese cronista que quiere pasar a toda costa por un individuo sencillo y primitivo que no sabe nada de política. Como opina María Rosa Pinto Lobo, "el ironista es un hombre astuto que está continuamente repitiendo: la única cosa que yo sé es que no sé nada. Este tipo de comienzo socrático construye un buen comienzo para la comedia"11. A pesar de la aparente ignorancia y simplicidad, nada se le escapa. Es imposible engañarlo:

Er 25 de octubre de 1917 - 7de noviembre der mismo año por er calendario nuestro - volvía a ser testigo estas plasas de otros susesos sangrientos. Caían las bomba en er palasio de invierno, dispará desde er puerto por los marino sublevao, y, como acto final, entraban en la plasa Ouritzki, por un lao, los sordao; por otro, los marino, y por un tersero, er pueblo. Ese día durmió en er sélebre palasio Lenin, y fué er der triunfo definitivo de los Sovié. Por eso hoy se ve tanta tropa por la calle preparándose pa er gran desfile que conmemora er triunfo de la Revolusión. Han pasao ya diesiocho años.

En el tratamiento del tema ruso por parte de estos tres autores hay diferencias en la utilización del humor como vehículo expresivo. Mientras Camba se mueve en el terreno de la ironía, resaltando los defectos del objetivo enjuiciado para así atacarlo, Chaves lleva la crítica más lejos, al terreno de la sátira en muchos momentos, utilizando un personaje que, en primera persona, a la manera de los héroes de la picaresca, cuenta su historia llena de desgarros personales y sociales: sólo así se podrá soportar la dureza de la situación. El cinismo será en ocasiones el instrumento que permita socavar los valores de una cultura que muchos sectores quieren ejemplar. Por el contrario, Martínez de León utiliza de pantalla crítica un personaje que se dice ignorante, que habla un español imposible que quiere ser andaluz, y que va cargado de todos los tópicos con que la sociedad del momento disfraza su falta de conocimiento de la realidad. Pero también Oselito lleva la carga crítica del hombre del pueblo. Presente su cara, como Camba, o se disfrace de otro, como Chaves se disfraza del maestro Juan Martínez; le invente un traje cómico para ocultar a un personaje, Oselito, a la medida de un pueblo, como Martínez de León, en los tres casos el periodista está cumpliendo su misión, la misión que el pueblo le reclama en el momento en que fueron escritos los textos: que denuncie los males de la política que deja indefensos a los individuos. Y que reclame los derechos de esos individuos a ser dueños de sus destinos y del destino de sus pueblos.

Tomares, 2002

1 Para la nómina de viajeros se puede consultar de Pablo Sanz Guitián Viajeros españoles en Rusia, Compañía Literaria, Madrid, 1995.
2 Calpe, Madrid, 1920.
3 Estampa, Madrid, 1934.
4 Pueyo, Madrid, 1936.
5 Camba, Julio, Sus páginas mejores, edición de Mario Pajarón., Madrid, Espasa-Calpe, 1996, página 18.
6 Camba, Julio, La ciudad automática, Argentina. Espasa-Calpe, página 93.
7 Todos estos trabajos están recogidos en la recopilación hasta ahora publicada de su obra: Manuel Chaves Nogales, Obra narrativa completa, Diputación de Sevilla, 1993, dos tomos y Manuel Chaves Nogales, Obra periodística, Diputación de Sevilla, 2001, dos tomos, ambos editados por María Isabel Cintas Guillén. De la misma y sobre el tema, Un liberal ante la revolución. Cuatro reportajes de Manuel Chaves Nogales, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2002.
8 El maestro Juan Martínez que estaba allí, Estampa, Madrid, s/a (1934).
9 Morales Castillo, F., Recursos de humor en el periodismo de opinión, (tesis), Universidad Complutense, 1991, página 8.
10 Perfil biográfico de la edición facsimilar de Oselito en Rusia, Ayuntamiento de Coria del Río, Sevilla, 1987, pág. 13..
11 Pinto Lobo, Rosa María, La influencia del humor en el proceso de comunicación (tesis), Madrid, Universidad Complutense, 1992, página 88.